13/9/08

Un duelo de mujeres...


Pocos creadores han sabido reflejar con tanta maestría, en el teatro y en el cine, el alma femenina como Ingmar Bergman. En películas, que ya han pasado a la historia del cine como Persona, Pasión o Gritos y susurros, el director sueco supo mostrar los anhelos y los miedos más íntimos de las mujeres en un acercamiento, en una disección, muy difícil de lograr para un hombre. Dentro de esa exploración, Bergman no podía eludir el tratamiento de las siempre complejas relaciones entre madres e hijas. En ese territorio minado de amores y odios, de rebeldías y mutuas dependencias, de reproches y de cariños se adentró el artista en Sonata de otoño, el filme que dirigió en 1978, cuando el maestro ya contaba con 60 años de edad. Nada más y nada menos que Ingrid Bergman -en la única ocasión en que fue dirigida por su ilustre paisano- y Liv Ullmann fueron la pareja protagonista de este psicodrama femenino, que mantiene su interés pese a que en muchos aspectos las mujeres de hoy guardan poca relación con sus antepasadas de hace 30 años.


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